Promover GTD: convicción, coherencia y responsabilidad social
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El origen de este post sobre los motivos para promover GTD® está en un comentario a mi crónica del GTD Summit en Amsterdam.
En él, Pedro, un lector del blog, compartía su punto de vista crítico sobre varios aspectos relacionados con GTD®.
En mi respuesta inicial, le prometí algo más elaborado a la vuelta de mi pausa veraniega. Lo hice porque me consta que lo que él plantea lo piensan, igual o muy parecido, otras personas.
Y aquí estoy para cumplir mi promesa, consciente de la dificultad del reto. Esto daría en realidad más para una buena conversación con un café que para un post.
El primer problema al que nos enfrentamos al hablar de GTD® es que la mayoría de las personas —tanto las que creen usarlo como las que simplemente han oído o leído algo sobre el tema— sólo conoce una mínima parte del método.
La parte que conoces es normalmente la de control, que es la más operativa y, por ello, la más popular.
A pesar de desconocer por completo dos tercios de la metodología, todo el mundo opina sobre GTD® como si de verdad supiera de qué está opinando. Es muy fácil criticar lo que se desconoce.
Hechos y opiniones
Lo cierto es que GTD® te cambia la vida. Da exactamente igual si el resto del mundo lo cree o no. Los hechos permanecen inalterables ante las opiniones.
Ahora bien, GTD® te cambia la vida solo si lo aplicas, es decir, si evitas versionarlo. Hay muchas personas, muchísimas, convencidas de usar GTD® y que en realidad están usando algo muy distinto, por parecido que a ellas les parezca.
Está claro que es imposible que estas personas puedan obtener las ventajas que proporciona GTD®.
Por otra parte, se suele hablar de GTD® como de una única cosa, pero GTD® integra y combina diversos elementos muy distintos.
Hay partes de GTD®, como, por ejemplo, la que tiene que ver con los principios productivos universales, que son únicas e inmutables (al menos en la medida en que la naturaleza humana siga siendo la que es).
Otros elementos, como, por ejemplo, los que tienen que ver con las mejores prácticas o con la pedagogía, ni son únicos ni son inmutables.
Las mejores prácticas concretas que plantea GTD® —una de las cuáles es el uso de «contextos»— o la forma en que se plantean o explican muchos conceptos de la metodología —como el concepto de «proyecto»— son claramente susceptibles de mejora.
Yo mismo soy muy crítico tanto con las primeras como con las segundas. Y, en ambos casos, he propuesto incluso otras alternativas que considero más adecuadas.
Sin embargo, todo esto es irrelevante para el debate. Que la forma concreta de aplicar un mismo principio productivo cambie a lo largo del tiempo, lejos de invalidar el principio, reafirma su validez.
Los principios son inmutables
Como decía el maestro Stephen Covey, «los principios no cambian; la comprensión que tenemos de ellos, sí».
Asimismo, aplicar GTD® cuesta porque ninguna persona nace siendo efectiva y, por tanto, como bien explica Peter Drucker, tiene que aprender a serlo.
Interiorizar GTD® es un proceso de cambio y el cambio ni es inmediato, ni es espontáneo, ni es sencillo.
Pero el éxito o el fracaso en un proceso de cambio es siempre de la persona, nunca del método.
Que haya gente que no sabe tocar el piano no es culpa del método para aprender a tocar el piano. Hay otra gente que sí sabe tocarlo y ha aprendido precisamente gracias a ese método.
Pedro plantea como ejemplo de que a lo mejor GTD® ya no es válido el que —según él— nadie aprovecha que tiene un martillo en la mano para hacer todo lo que se puede hacer con él.
Bueno, yo sí lo hago, y conozco a más personas que también lo hacen. Eso sí, lo hacemos porque hemos aprendido e interiorizado que es la forma más efectiva de usar un martillo.
El hecho de que todo el mundo haga las cosas de una manera determinada para nada demuestra que esa manera sea la más correcta, ni siquiera mejor que otras. Como ejemplo tenemos la forma mayoritaria de tratar el planeta…
Para evaluar las bondades o maldades de algo, hay que limitarse a analizar lo más objetivamente posible ese algo, dejando al margen su mayor o menor popularidad.
Motivos para promover GTD®
Antes de llegar a GTD®, he probado múltiples enfoques a la hora de organizarme. He leído, y sigo leyendo, mucho sobre rendimiento humano, en todos los aspectos. La inmensa mayoría de esas propuestas carecen del menor fundamento.
De todo lo que conozco y he probado, lo único que a día de hoy me parece solvente, validado científicamente y, lo más importante, que funciona de verdad, es GTD®.
Mi primer motivo para promover GTD® es la convicción. Estoy convencido, como comentaba mi hija Marta en su crónica de las últimas Jornadas, de que «mucha de la infelicidad que vivimos a diario viene del caos que es nuestra vida».
A mí, como a otros muchos miles de personas, GTD® me ha cambiado la vida. Así que me resulta fácil hablar de lo que he experimentado personalmente que funciona.
Mi segundo motivo para promover GTD® es la coherencia. Creo que las organizaciones tienen un largo camino por recorrer, tanto en su competitividad como en la felicidad de las personas que en ellas trabajan.
Como también decía Marta en su crónica, «en OPTIMA LAB nos mueve algo dentro que hace que queramos ayudar a la gente, y tod@s creemos que a través de GTD® se puede».
El principal motivo por el que me dedico profesionalmente a la efectividad —personal y organizativa— y a GTD® en concreto, es por coherencia con mi visión: «organizaciones más competitivas con personas más felices».
Un compromiso con la sociedad
Y mi tercer motivo para promover GTD® es la responsabilidad social.
Como nos dicen muchísimas personas al terminar nuestras formaciones, «me voy con ilusión porque he visto que hay luz al final del túnel».
Por fortuna, sé que esa luz existe. Y conozco una forma de acercarla a personas que viven sin ilusión, convencidas de que la única opción es resignarse.
Me da igual si la opción es perfecta, o si es única o no. Lo único que me importa es que, si tú quieres y pones de tu parte, GTD® funciona y te puede ayudar muy significativamente a disfrutar de una vida mejor.
Tengo nulo interés en convencer a nadie de las múltiples ventajas de la efectividad personal en general y de GTD® en particular.
Mi único interés es divulgar la metodología, darla a conocer, que la gente sepa que existe y que es una opción real.
A partir de ahí, la decisión de probarla o ignorarla, de aplicarla bien o de aplicarla mal, de insistir o de abandonar al primer tropiezo, es una decisión personal.
Si hay algo que detesto es cualquier tipo de fanatismo. Si en algún momento tuviera la menor sospecha de que GTD® no funciona, dejaría de inmediato de promoverlo, sin el menor reparo.
Pero, hasta que eso no ocurra, seguiré trabajando para promover GTD®. Lo haré por convicción y por coherencia, pero, sobre todo, lo haré por responsabilidad social.
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