Óptima Infinito

El Blog de José Miguel Bolívar

Optima infinito

Además de Innovar, Aprender a Trabajar

| tiempo de lectura 5:20'

Últimamente, parece que la solución a todos nuestros males se resume en la palabra mágica «innovar» y eso es muy peligroso. No me interpretes mal. Soy un convencido de la innovación. Más que necesario, yo diría que innovar es imprescindible. Pero innovar no es suficiente. En realidad, se trata de hacer todo lo que ya habría que estar haciendo y, además, innovar.

Parece que la «calidad total» o la «mejora continua» son reliquias del pasado. Modas que tuvieron su momento y después quedaron atrás. Eso estaría bien si hubiéramos agotado su recorrido, pero la triste verdad es que casi ni lo iniciamos.

Este post tiene bastante de «pataleta». Reconozco estar más que harto de lo mal que, a menudo, se trabaja en España. Puede sonar a tópico, pero no lo es. En todas partes hay gente competente y gente incompetente; gente trabajadora y gente vaga. Nuestro problema, más que las personas, es la cultura. En España estamos mayoritariamente asentados en la cultura del «ya vale». No es que trabajemos menos ni peor que el resto, es que nuestro umbral de tolerancia a la chapuza es mucho mayor.

Hay mucha gente con mentalidad de mal estudiante. No buscan «sacar nota», sino simplemente aprobar. El problema cuando tu meta es aprobar, es que estudias lo justo y al final acabas suspendiendo mucho más de lo que te esperabas. Trabajando pasa igual. Muchos van a «salir del paso», a «cubrir el expediente». Y esto es mortal para cualquier economía.

Innovar está muy bien, pero sin olvidar que ya hay modelos de negocio contrastados y asentados, negocios que funcionan porque satisfacen demandas reales fruto de necesidades reales. Negocios y empresas que se encaminan en línea recta hacia su desaparición no por falta de innovación, sino porque fallan en lo básico: la ejecución.

Muchas de nuestras organizaciones se han convertido en el caldo de cultivo idóneo para la incompetencia impune. En ellas, hacer las cosas mal sale gratis al que las hace, porque las consecuencias las pagan «otros». Esos «otros» son compañeros, proveedores o, peor aún, clientes. Y cuando tus clientes se ven obligados a pagar por tu incompetencia, es cuestión de tiempo que te quedes sin clientes y tengas que cerrar.

Voy a ilustrar todo lo anterior con un ejemplo real. Este verano decidí, después de mucho tiempo, acometer una serie de reformas que tenía pendientes en casa.

Tenía que cambiar la caldera. Como la instalación original de obra estaba mal hecha, para poder cambiar la caldera atmosférica por otra estanca tenía que cambiar antes los muebles de la cocina, a fin de dejar paso a las conducciones. Hasta ahí, todo normal. La aventura comienza cuando voy a pedir presupuesto. Para empezar, un pago por adelantado para que vengan a casa a medir, requisito indispensable para que me hicieran un presupuesto del cambio de caldera. Luego, a esperar cinco semanas para que instalen la cocina, un modelo estándar de un catálogo estándar de un fabricante estándar. Vamos, casi «just in time». Les envío un plano a escala hecho por mí pero parece que no les sirve, así que tiene que venir otra persona a casa a medir la cocina. Bien, esto promete. Parece que somos gente concienzuda…

Pasan las semanas y llega el momento de la verdad. Vienen a instalar la caldera. ¡Vaya! Parece que el «experto en medir calderas» ha cometido un «pequeño» error: falta medio metro de tubo para que la salida de gases llegue al exterior de la vivienda… Me autoengaño diciéndome que será mala suerte.

Llegan los muebles de la cocina y, ¡qué casualidad! También están mal medidos. No cabe uno de los armarios, ya que es demasiado ancho. Instalan el resto pero hay que esperar otras cinco semanas a que fabriquen el que habían medido mal. Además, los tiradores de los armarios no son los que aparecen en el pedido. Hay que llevarse todas las puertas para que les cambien los tiradores.

Cuando acaban de montar la cocina llega otro «experto en mediciones». Imagino que el montador de cocinas – que hizo un trabajo impecable, por cierto – no sabía medir encimeras… Así que llega el «experto en medir encimeras», mide y se va. A los pocos días llega la encimera y ¡vaya! También está mal medida. Resulta que el hueco del fregadero ha ido a caer encima de la lavadora… Pues nada, a llevarse la encimera, medir de nuevo y a esperar otros cuantos días a que venga «la buena» y la monten.

Llega el armario que falta y vienen a montarlo. ¡Qué faena! Resulta que lleva dos rieles y uno ha llegado mal medido y es corto, así que el armario se queda a medio montar un par de semanas más hasta que viene la pieza correcta.

Resumen de lo anterior: dos viajes para instalar la caldera en lugar de uno, cinco viajes para montar la cocina en lugar de uno y dos viajes para montar la encimera en lugar de uno. Como yo contraté un precio cerrado, todos estos costes de incompetencia van directamente en contra del margen comercial. La instalación de mi cocina les ha debido resultar ruinosa.

Alguien podrá decir que es mala suerte, simple casualidad. ¿Tres personas distintas que vienen a medir y las tres miden mal? No creo en este tipo de casualidades.

Por desgracia, esto es lo habitual. Unas semanas antes había encargado unos portabicis para llevar las bicis de montaña al pueblo. Los encargué tres semanas antes, a fin de asegurar que no habría problemas. Cuando pedí presupuesto por teléfono me dijeron que no hacían presupuestos telefónicos pero que no me preocupara, que siempre tenían piezas en stock. Cuando al día siguiente fui al concesionario a que me hicieran el presupuesto, me dijeron que una de las piezas estaba agotada y tardaría tres semanas en llegar. Aún así, podría tener los portabicis a tiempo. Si se cumplían los plazos, solo habría perdido unas horas.

Llega el día y dejo el coche en el taller a las 9:00. Me dicen que es una instalación complicada y que tardarán cuatro o cinco horas. A la hora de comer me llaman y me dicen que acaban de descubrir que les falta una pieza. La persona que las pidió olvidó incluirla. Me dicen que si la pido en ese momento, la recibirán al día siguiente y que al otro tendría instalados los portabicis. ¿Dos días más? Les digo que no, que ya veré si lo instalo al año que viene y que los desmonten.

Resumen de lo anterior, cuatro horas para medio montar los porta-bicis y otras tantas para desmontarlos. Yo no pagué nada, evidentemente, así que una jornada entera de un mecánico se fue a pérdidas.

Tengo muchos más ejemplos similares pero no quiero aburrirte. ¿Qué tienen todos ellos en común? Que ni el que pidió mal las piezas para el portabicis, ni el que midió mal la encimera, ni el que midió mal la cocina, ni el que midió mal las conducciones de caldera se han visto afectados por su incompetencia. Todos van a cobrar a final de mes, lo mismo que si su trabajo hubiera sido excelente. Los que «pagan» su incompetencia, además del cliente – que soy yo- son los montadores de la caldera, la cocina, la encimera o el portabicis. Algo falla en estas organizaciones.

Si mañana estas empresas cierran, no será por falta de innovación sino por una lamentable ejecución. Si trabajas mal, no hay negocio que funcione, por muy innovador que sea. Por eso, además de innovar, lo primero es aprender a trabajar.

Comentarios

Joel Pinto avatar
Joel Pinto


Un excelente post, José Miguel

Lo voy a compartir con un gusto enorme, porque creo que es necesario quitarse las gafas que nos hacen ver todo bonito y mirar a la cruda realidad directamente a los ojos. Ejemplos como los que tu describes aquí ocurren con una frecuencia vergonzosa.

Yo mismo tuve uno, la semana pasada, de mucho menor volumen, con una empresa a la que le hice una compra por Internet, pagué por el envío de la mercancía en 48 horas, luego recibí un correo electrónico diciéndome que no eran 48 horas sino entre 3 o 5 días hábiles, y al final de los 5 días hábiles, me llamó la empresa de entregas para decirme que habían pasado por mi casa pero que yo no estaba.

Les dije que los estuve esperando todo el día en casa, y su maravillosa respuesta fue que "entonces ha debido ser que no escuché el timbre"... pues me harté, José Miguel y les dije que ya no me importaba, que me trajeran la mercancía cuando les diera la gana que igual la iba a devolver.

¿Final de la historia? La empresa que contrató a esta agencia de transporte, perdió un cliente. Y las próximas compras que haga, y aparezca la misma empresa de transporte, no la termino de hacer y me busco a otro que trabaje con un contratista más eficiente y que de verdad cumpla.

Disculpa el rollo tan largo. Me sentí 100% identificado con esta historia.

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Muchas gracias Joel. Creo que la peor forma de contribuir a la solución de este problema es resignándose. Si todos nos quejáramos siempre que nos ocurre una de estas situaciones, probablemente habría cambios.
Un saludo

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Cristina Galiano


Julián Marías, que aunque no es de tu época te sonará, ya hababa en el siglo pasado del "yavalismo", y éste no se ha parado sino que ha ido en aumento.
Y lo más triste es que cuando pretendes, en tu pequeña zona de influencia, cambiar algo, a mejor claro está, te dicen que no te molestes, que las cosas son así, que han sido siempre así, y que hay que aceptarlas.
Muy bueno el post, aunque solo sea un granito de arena en el desierto!

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Muchas gracias. Granito a granito iremos logrando que las cosas cambien... ;-)

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Oliva Manzorro


Totalmente de acuerdo, son tiempos difíciles pero ya está bien de culpar siempre a la crisis y a "la mala suerte". El trabajo bien hecho es la clave del éxito. Aún así hay quién lo da todo y no consigue triunfar, pero en general la causa del fracaso está en lo básico: el trabajo bien hecho en todos los aspectos. Lo del alto nivel de tolerancia a la incompetencia lo vemos muy a menudo, por desgracia. Y también el bajo nivel de reconocimiento de la competencia. Saludos

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Gracias Silvia. Comparto lo que comentas. Creo que ambas cosas van unidas: la sobrevaloración de la chapuza (confundida a menuda con la "flexibilidad") y la baja valoración de la calidad y el trabajo eficiente. Muchos de nuestros "males productivos", como el "presentismo" guardan relación con ello.
Saludos.

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Microcambios


La mayoría de nosotros no tenemos la suficiente pasión para persistir. No digo que a la primera de cambio tirremos la toalla, no es eso, sino que nos faltan las ganas para estar a las duras y a las maduras porque no es fácil ni cómodo recibir negativas o reveses. Además lo tomamos como algo personal y no como algo circunstancial, referido no a nosotros sino al hecho en el que estamos. Es verdad que hace falta humildad y ganas de aprender, por eso el éxito solo puede estar al lado del que toma nota, se da la bofetada y se levanta a seguir con lo suyo, si hace falta variando el rumbo pero echándole ganas, eso tan, pero que tan difícil

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Creo que aprender es, sobre todo, un acto de voluntad. Una de las cosas que más me preocupan de este tipo de situaciones es que no percibo el más mínimo interés por aprender a trabajar mejor. Eso es cultural y [no] se aprende en la familia y en la escuela.
Un saludo.

jose luis montero avatar
jose luis montero


Hola compañero
Realmente te ha cogido "cabr..." tampoco me extraña y todos tenemos derecho a cinco minutos de pataleta aunque no estoy seguro de que lo sea, más bien cierta impotencia, pero pasajera, verdad?
Cuidate

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Hola compañero,
Realmente me ha cogido mayor ;-) Hace 10 años había liado una de cuidado pero con el tiempo uno aprende a elegir mejor sus batallas y esta no era la mía. Impotencia sí, pero casi más soledad. Si todas las personas que padecemos a diario este tipo de situaciones reaccionáramos de forma más enérgica, me cuesta creer que no hubiera cambios…
Cuídate!

Luis Ignacio Martin de Lope avatar
Luis Ignacio Martin de Lope


Verdaderamente José Manual, es un mal que nos debería preocupar a todos pero parece que no le interesa a nadie. Luego nos llenamos la boca que generemos valor, hacemos calidad, tenemos excelencia en lo que hacemos, pero la realidad vaya tela.

Por eso, creo que los poco que haces lo que hacen con rigor se llevan el mercado de calle. Por que son tan pocos que su diferencia es traumática para el resto de sus competidores.

Hacer diferente es lo que marca la ventaja competitiva.

Aprender solamente se puede lograr cuando tenemos motivación, tiempo y lo practicamos. Y como la gente creo que no tiene motivaciones ni quiere emplear tiempo ni a pensar ni a practicar, no solamente no aprendemos sino que nos damos con la misma piedra todas las veces que lo intentamos. Y en vez de asumir y mejorar, lástima por los hechos que le da igual a todo el mundo. Y luego se quiere que seamos productivos.

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Coincido con lo que comentas, Luis Ignacio. Por otra parte, también es cierto que el sistema favorece la desmotivación y la improductividad. Eso no significa que la gente no sea responsable de hacer las cosas bien, a pesar de todo, pero sí ayuda a entender en buena medida por qué pasa lo que casa. Un principio básico en gestión del cambio es que el cambio - o la ausencia de cambio - debe tener consecuencias, sean éstas buenas o malas. Cuando el sistema del que formas parte facilita que hacer las cosas mal salga "más barato" que hacerlas bien, es realmente complicado que el cambio se produzca.

David Sánchez avatar
David Sánchez


No tengo los datos necesarios para afirmar que es un mal cultural, y no tengo experiencia en el trabajo directo con otro tipo de culturas. Sin embargo, si que es cierto que parece que en este país, una de las vías que nos mueven es cuando "nos meten la mano en el bolsillo". Si hubiese repercusiones serias por los trabajos mal realizados (dejando aspectos circunstanciales al margen) seguro que nos preocuparíamos por hacerlo mejor. La lectura positiva es que se puede mejorar, y mucho.

Para mi, el foco en la innovación que llevamos viviendo desde hace unos años nos es más que una manera de desviar la atención de los problemas sociales, culturales y productivos como país. Como bien dices, innovar es algo inherente al trabajo bien hecho. Un trabajo bien hecho es aquel que resuelve problemas (no los crea) u ofrece valor real, y eso en un entorno tan cambiante como el actual solo es posible por la vía de la innovación constante... casi en forma de hábito

Un abrazo... y disfruta de las obras ya terminadas ;-)

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Muchas gracias David. Te vas a reír, pero todavía ando con flecos sueltos :-D
Bromas aparte, estoy de acuerdo con tu análisis. La innovación, como el emprendizaje, se han puesto de moda y eso está bien pero primero hay que empezar por hacer bien lo que ya se hace y por emprender en casa.
Un abrazo.

Andres Ortega avatar
Andres Ortega


Querido maestro,
Como siempre certero... no se que tienen estos post-pataleta que moralmente me pide el cuerpo compartirlos... básicamente porque están repletos de hechos irrefutables que evidencian nuestras lacras culturales...mientras nos pasamos (me incluyo) tiempo y tiempo hablando de innovación (de la que como sabes yo también soy un convencido...) cuando sin embargo nos recreamos en la falta de ejecución...
Lamento tus quebraderos de cabeza este verano... espero ya solucionados... mientras tanto habrá que ir contándolo para generar conciencia.
Abrazos
Andrés

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Buenas compañero. No hay mal que cien años dure... ;-) Debo reconocer que, al margen de la desastrosa experiencia que he comentado en el post, también he tenido experiencias muy positivas este verano. El problema es que no hay forma de tener una experiencia global positiva, porque siempre hay algún incompetente que te amarga la fiesta. Eso es lo que tenemos que cambiar. Si este tipo de cosas fuera realmente la anécdota en lugar de la norma, todo sería muy distinto.
Abrazos!

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