Óptima Infinito

El Blog de José Miguel Bolívar

Optima infinito

Los Antisistema y el Cambio

| tiempo de lectura 3:42'

La palabra antisistema se ha puesto relativamente de moda en los últimos años, casi siempre en relación con movimientos sociales de carácter más o menos problemático. Por lo general, cuando se dice que una persona o grupo es antisistema, lo que se suele transmitir es una imagen negativa de esa persona o grupo, en la medida que dicha imagen genera sentimientos de miedo, amenaza, riesgo y, en resumen, peligro.

No es mi intención aquí abrir un debate sobre si ser antisistema es bueno o malo. Ni tampoco sobre el peligro de confundir «ser» antisistema con «cómo expresar» que se es antisistema. Hay quién ya hizo este tipo de análisis, y muy bien en mi opinión, hace unos años.

Mi trabajo como consultor artesano está normalmente vinculado a procesos de cambio en organizaciones y es a este ámbito al que me interesa ceñirme en este post, ya que, en mi experiencia, el papel de las personas antisistema en los procesos de cambio organizativo es clave para el buen o mal desarrollo de los mismos. De hecho, y para empezar, muchos de los clientes con los que trabajamos son, por lo general y afortunadamente, personas antisistema.

Antes de continuar me gustaría aclarar que con la palabra antisistema ocurre lo mismo que con la palabra colesterol. Me refiero a que, igual que se habla de «colesterol malo» y de «colesterol bueno», también hay dos tipos de persona antisistema: «el antisistema bueno» y el «antisistema malo». Veamos en qué consiste cada uno de estos tipos.

Por una parte, las personas que pertenecen al tipo «antisistema malo» se caracterizan por el enfoque puramente destructivo de su carácter antisistema. Son, podría decirse, «antisistemas sin propósito» que solo buscan destruir el sistema pero sin que esa destrucción sea en aras de alcanzar un fin posterior. Estar contra el sistema es para ellas una forma de vida, un modo de definir su propia identidad. Ser antisistema se ha convertido en un fin en sí mismo. «Son» antisistema.

Estas personas suponen una de las principales amenazas para cualquier proceso de cambio, sea este organizativo, social o político, porque son solo parte del problema y no de la solución y por este motivo conviene detectarlas cuanto antes, a fin de poder mantenerse lo más alejado de ellas durante el mismo. El mayor riesgo que plantean estas personas es la tentación que pueden suponer de cara a iniciar el proceso de cambio, ya que a menudo nos parecerán personas que están a favor del cambio y, por tanto, personas que pueden sernos útiles. Y es cierto que están a favor del cambio, pero lo están de forma permanente. Estar a favor del cambio constante es para ellas un comportamiento habitual lógico porque están en contra de cualquier sistema y tan pronto el cambio dé lugar a un nuevo sistema, también irán contra él.

Así que, efectivamente, nos ayudarán a romper el sistema que queremos cambiar pero – este es el problema- no ayudarán a construir un sistema nuevo y mejor, sino que también tratarán de destruirlo. Da lo mismo de qué sistema hablemos, se posicionarán en su contra porque esa es su forma de ser antisistema. El problema que esto plantea es que los procesos de cambio organizativo buscan el cambio y la mejora del sistema, no su desaparición.

Por otra parte, las personas que pertenecen al tipo «antisistema bueno» se caracterizan porque ser antisistema constituye un medio para un fin. Son, podría decirse, «antisistemas con propósito» y por este motivo resulta muy útil detectarlas cuanto antes en los procesos de cambio, ya que nos ayudarán enormemente durante el mismo. Estás personas no «son» antisistema sino que «están», puntualmente, contra un sistema concreto. Este tipo de antisistema no valora el cambio como modo de vida sino como medio para alcanzar un fin, que es conseguir un sistema distinto al existente, uno que sea nuevo y mejor. Una vez logrado ese cambio, dejarán de actuar como personas antisistema, hasta que aparezca nuevamente la necesidad de un nuevo cambio.

Decía antes que los clientes con los que trabajamos son por lo general personas antisistema. Evidentemente me refiero al segundo tipo. Son personas que han detectado que el sistema existente es disfuncional, que supone un obstáculo al proceso natural de evolución de la organización y, en consecuencia, quieren contribuir a su cambio, sustituyéndolo por otro sistema más acorde a las circunstancias y a las necesidades actuales.

Pero además de los clientes, muchas de las personas que participan en los talleres piloto de los procesos de cambio que facilitamos son también personas antisistema. De hecho, es el perfil que solicitamos: personas proclives al cambio, gente inconformista, con pensamiento crítico y dispuesta a salir de su zona de confort, a cuestionarse el statu quo y a «pensar fuera de la caja«. Personas, sobre todo, dispuestas a construir, y a formar parte de, un sistema nuevo y mejor.

Así que la próxima vez que oigas o leas el término «antisistema» piensa un momento en los sistemas de los que formas parte tú: familia, trabajo, amigos, vecindario, asociaciones… Reflexiona sobre el papel que juegas en cada uno de ellos y en cómo contribuyes a su cambio y mejora. Cuando lo hayas hecho, responde: ¿qué tipo de antisistema eres tú?

Comentarios

Silvestre Segarra avatar
Silvestre Segarra


Gracias José Miguel, nos quitas un peso de encima a muchos. Ahora sabemos lo que somos: "colesterol bueno". Esto aclara muchas cosas y nos da confianza, porque lo que fomentamos y defendemos con tanta pasión es porque creemos que nos llevará a un sitio mejor "a todos".

 avatar


Gracias a ti, Silvestre. Bastante cuesta ser "colesterol bueno" en las organizaciones como para no poder serlo a gusto :-)
Un abrazo.

David Sanchez avatar
David Sanchez


Mi experiencia me dice que las personas antisistema tipo 2 (antisistema constructivo) tienden a diluirse dentro de las organizaciones. Solo cuando confluyen las circunstancias para agrupar individuos de este perfil es cuando podemos empezar a plantear modelos de cambio artesanos y no industrializados (para estos últimos solo es necesario la ejecución del command&control que ya conocemos… con la efectividad que ya conocemos).

Verdaderamente me cuesta entender, en cualquier ámbito, un comportamiento antisistema tipo 1 o destructivo. En el largo plazo, ni la actitud ni los resultados serán buenos para la persona ni para el entorno en el que desarrolla su actividad antisistema. En el ámbito de las organizaciones ocurre con mayor énfasis y generalmente como una respuesta poco coherente y, en cierto modo, infantil.

En este caso aplica eso de “conmigo o contra mi” y en este caso, o se está con la mejora del sistema (con actitudes constructivas, curiosas, arriesgadas,…) o se está en contra de ella (con actitudes pasivas, negativas, intransigentes,…).

Muy interesante el acercamiento por la vía del cuestionamiento del sistema desde dos perspectivas tan diferentes.

Abrazote!

 avatar


Los comportamientos antisistema destructivos suelen ser expresión de una frustración contenida que no se ha logrado canalizar de forma adecuada. Como bien dices, una reacción de "pataleta" un tanto infantil y ridícula, aunque no por ello menos habitual. Lo útil para los procesos de cambio son los antisistema "buenos" pero, por desgracia, abundan más los otros :-)
Abrazote!

Todo el contenido de Óptima Infinito, el Blog de José Miguel Bolívar, está bajo una Licencia Creative Commons 4.0 Internacional (Reconocimiento - Compartir bajo la misma Licencia).

2008-2023 José Miguel Bolívar - Algunos derechos reservados

Ir al contenido