La Mejor Versión de GTD
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La productividad personal es, fundamentalmente, una cuestión de compromiso individual expresado como adopción de hábitos productivos. Para que quede claro, nada que se pueda conseguir de la noche a la mañana y con un mínimo esfuerzo.
Lógicamente, mantener el compromiso necesario a lo largo de toda la curva de aprendizaje que una metodología como GTD exige, es una tarea que requiere trabajo, voluntad y constancia durante un periodo de tiempo relativamente largo.
Por eso no es de extrañar que sean muchas las personas que abandonan durante el proceso, generalmente a consecuencia de una de las «caídas del vagón», como las llama David Allen, a las que todos los que usamos GTD estamos más que acostumbrados.
No creo que haya nada de malo en abandonar. Soy ferviente creyente y defensor de las virtudes de saber abandonar a tiempo. De hecho, me gusta dejar siempre claro cuando hablo sobre GTD que para usar esta metodología hace falta tener un motivo importante (lo que @Yoriento llama «estar motivado») o, de lo contrario, lo normal es no lograr adoptarla.
Lo que no tiene sentido, en mi opinión, es descalificar algo que, por la razón que sea, nunca se ha llegado a probar por completo. Sobre todo porque, no te engañes, una cosa es haber intentado adoptar GTD y otra, bien distinta, es haberlo hecho.
Por eso, cada vez que oigo a alguien decir que GTD es difícil, complicado o excesivamente rígido, me resulta evidente que a) nunca lo ha usado y b) ni siquiera se ha leído el libro de David Allen.
Pero casi peor son los que «versionan» GTD. No hay que olvidar que estamos hablando de una metodología que lleva vigente más de una década y que ha sido testada por millones de personas en todo el mundo. Ponerte a «versionar» alegremente algo que no conoces, porque no lo has probado, y afirmar además que se adapta mejor a tus necesidades que el producto original, me parece de una falta de humildad sorprendente.
Ya he comentado en alguna ocasión que engañar a los demás es éticamente reprobable, pero engañarte a ti mismo es, cuando menos, ridículo. Pues bien, los que «versionan» GTD se autoengañan porque, aunque quieran pensar lo contrario, lo que usan no es GTD.
Me explico. Al vehículo con cuatro ruedas, motor y habitáculo se le llama turismo. Si le quitas el techo al habitáculo pasa a llamarse descapotable. Si lo que tienes es un vehículo con motor y tres ruedas será un invento extraño como el de la foto o una moto con sidecar. Si le quitas una rueda, te queda una moto; si le quitas el motor, una bici y si le quitas otra rueda, un monociclo. También puedes ponerle ocho ruedas y un remolque y entonces tienes un tráiler.
A nadie se le ocurriría decir que un tráiler o un triciclo son versiones de un turismo y, por supuesto, todo el mundo entiende que las prestaciones de cada uno de ellos son completamente distintas.
Lo mismo pasa con GTD. Si no recopilas todo en tus bandejas de entrada y las procesas y organizas regularmente, no estás usando GTD. Si no haces la revisión semanal, no estás usando GTD. Si no usas el método de planificación natural para tus proyectos, no usas GTD. Si no llamas proyecto a todo lo que requiere más de una acción, no usas GTD. Si no aplicas el modelo de seis niveles de perspectiva, tampoco estás usando GTD.
Evidentemente cada uno es libre de hacer lo que estime oportuno. Si hay un par de cosas de GTD que te parecen útiles y las usas, fantástico, pero simplemente ten en cuenta que eso no es una «versión» de GTD. Y si usas «casi todo» de GTD, no creas que la situación es muy distinta porque tampoco estás usando una «versión» de GTD sino un conjunto de técnicas aisladas que te parecen interesantes.
GTD es un sistema en el que el todo es mucho más que la suma de las partes. GTD no admite divisiones ni «versionados» porque se desnaturaliza y pierde casi todas sus propiedades.
En contra de lo que tan vehemente afirman quienes lo critican sin haberlo usado, GTD es enormemente flexible, ya que se limita a establecer unos principios básicos que cada uno puede implantar a su medida.
GTD no te dice qué ni cuántos contextos debes usar, ni qué tipo de herramientas, ni cuántas bandejas de entrada necesitas, ni cuántas veces al día o cuándo revisar tus listas. Simplemente marca unas pautas básicas, demostradas científicamente, para alcanzar la máxima productividad sin estrés.
Por todo ello, la mejor «versión» de GTD es, además, la única posible: el propio GTD.
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