Óptima Infinito

El Blog de José Miguel Bolívar

Optima infinito

Cambiar por Cambiar no es Innovar

| tiempo de lectura 3:05'

Innovar está de moda. Al igual que ocurrió hace años con la calidad, la innovación se ha convertido en uno de los ingredientes que no puede faltar en cualquier receta para alcanzar el éxito, tanto si hablamos de empresas como de emprendedores.

El problema cuando un término se convierte en buzzword, o palabra de moda, es que al ser usado más allá del contexto en el que se originó, con frecuencia de forma imprecisa o incorrecta, se desvirtúa y pierde buena parte de su significado original.

Como ejemplo, no hay más que ver el uso y la forma en que se aplica el concepto innovación en muchas empresas para comprobar lo nocivo del efecto anterior.

La verdadera innovación suele implicar un ejercicio de autocrítica que pasa por revisar a fondo los paradigmas desde los que habitualmente se opera. No se trata de realizar pequeños cambios cosméticos sino de introducir cosas nuevas. Este no suele ser un ejercicio sencillo ya que por lo general conlleva un cierto componente de riesgo, lo cual choca frontalmente con el statu quo y los responsables de mantenerlo, es decir, los directivos.

Por eso, una forma habitual de resolver el dilema entre la necesidad de ser tenidos por innovadores y la inercia de las organizaciones es el cambio por el cambio.

El cambio por el cambio es de hecho una de las principales fuentes de sustento para las grandes consultoras industriales y razón de ser de un porcentaje considerable de altos cargos directivos. Ejemplos de este tipo de cambio son las centralizaciones y descentralizaciones de departamentos y funciones, la externalización y posterior re-internalización de tareas o, simplemente, los cambios constantes en la estructura organizativa.

Como anécdota, recuerdo una empresa donde tenían un sitio web en la intranet destinado a almacenar todos los acrónimos de las distintas organizaciones actuales y pasadas, ya que los nombres de las divisiones y departamentos solían cambiar al menos una vez al año y se daba por sentado que era imposible recordarlos todos.

Sin embargo no se debe confundir este tipo de cambio con innovar. De la innovación se espera una mejora tangible en comparación con lo que existía antes de que tuviera lugar. En el cambio del que hablo se trata precisamente de lo contrario: cambiar todo en apariencia para que nada cambie en esencia.

El motivo por el que soy crítico con estos cambios periódicos más o menos indiscriminados es por su coste en términos de productividad, conocimiento y motivación.

Coste productivo por los necesarios tiempos de aprendizaje y adaptación a las nuevas estructuras o formas de hacer, al que suele sumarse la propia pérdida de productividad que supone implantar procedimientos y estructuras nuevas por lo general no probadas, poco meditadas y más orientadas a la cosmética que al resultado.

Coste de conocimiento porque las redes en las que reside el conocimiento tácito de las organizaciones suelen verse parcial o totalmente desmembradas con este tipo de movimientos aleatorios.

Coste de motivación porque la pérdida de productividad y conocimiento no se ve acompañada de mejoras reales, al menos no al nivel en el que tienen lugar los cambios, lo cual genera frustración y desencanto con la organización.

No digo que estos cambios no puedan suponer puntualmente algún tipo de mejora en las tres áreas antes mencionadas, sino que el balance neto rara vez arroja un resultado positivo. Entiendo que la verdadera razón de ser de estos cambios es propagandística y no es que me parezca mal sino que el precio que se paga es, en mi opinión, demasiado alto.

Afortunadamente para los amantes del cambio por el cambio, las organizaciones no son perfectas. Es decir, que siempre habrá un cierto número de cosas que no funcionen bien o que, al menos, podrían funcionar bastante mejor. En otras palabras, si el cambio continuo es importante para la imagen que quieres transmitir de tu organización, adelante con él, pero al menos ten la sensatez de dejar al margen las cosas que funcionan bien y lleva a cabo los experimentos en las áreas que difícilmente puedan ir a peor. Igual te llevas una sorpresa y alguno de esos cambios se traduce en algo positivo.

Pero por favor, no confundas cambiar con innovar y, como dicen por ahí «if it ain’t broken, don’t fix it» (si no está roto, no lo arregles) o, en otras palabras, si algo funciona, no lo cambies.

Comentarios

Astrid Moix avatar
Astrid Moix


Muy buena reflexión, como siempre. Me quedo sobre todo con la necesidad de autocrítica que citas, que debe ser rigurosa y profunda, sin prejuicios previos. Sin ella, lo que suele hacerse es "marear la perdiz" y mover todo para que todo quede igual.
Un saludo

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Muchas gracias, Astrid. Creo que las organizaciones, particularmente en España, deben madurar y entender que la autocrítica, lejos de suponer el reconocimiento de un fracaso, supone el primer paso hacia la mejora y el crecimiento. Lo contrario, el "mareo de perdiz" que comentas sólo sirve para generar frustración.
Un saludo,

Sara Cobos avatar
Sara Cobos


José Miguel,sabias palabras las tuyas,espero que tomen buena nota las organzaciones sobre esas prácticas "cambistas" que tanto desorientan .
Te felito por tu post.
Un abrazo

Sara

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Muchas gracias, Sara. Esperemos que las organizaciones, es decir, las personas que las dirigen, entiendan que el cambio debe ir alineado con una estrategia encaminada a alcanzar un objetivo.
Un abrazo

Jaime Blanco avatar
Jaime Blanco


Estoy de acuerdo en lineas generales con todo lo que has expuesto José Miguel, pero no me acaba de convencer el último párrafo, ya que, si tenemos que dejar sin cambios las cosas o técnicas que funcionan, entonces nadie innovaría ¿no?. Quiero decir, sólo innovaríamos en las áreas donde no obtenemos los resultados deseados, dejando las áreas que funcionan sin cambios, precisamente "porque funcionan". Pero ¿Y si quiero innovar en algo que funciona bien? ¿Debo arriesgarme a fastidiarlo? ¿Como emprendedor lo harías?

Que conste que yo suelo aplicar mucho el "si funciona, no lo toques" y hasta lo recomiendo, pero cada vez estoy menos convencido de ello... ;)

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Claro que hay que cambiar lo que funciona. Es uno de los principios básicos de la innovación. Pero creo que antes habría que empezar por cambiar lo que no funciona, ¿no? Mi crítica es al cambio por el cambio, sin un sentido, ni lógica, ni otra intención que la meramente propagandística :)

Begoña Coach Político avatar
Begoña Coach Político


Ay¡¡¡ José Miguel...Como dice Eudald Domènech "La innovación por la innovación no sirve para nada". Me ha gustado mucho el post, no es difícil cruzar la linea cuando nos encontramos a la derecha el cambio y a la izquierda la innovación. Confundirse de lado según se mire y pensar que hemos hecho lo contrario.

Complejo lo sé, sin embargo, si lo vuelves a leer encontrarás exactamente lo que sucede en muchas empresas y organizaciones. Generan cambios sin ser conscientes de si dan valor y venden innovación sin haber realizado un cambio.

Entender y ver la realidad y ser consecuente con ella, cuando a veces no tenemos claro si movernos va a significar un avance, es un primer paso para no cruzar esa linea.

Felicidades... José Miguel....

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Muchas gracias, Begoña. Esa consciencia que mencionas es la que se echa en falta en muchas decisiones de cambio. Conocer la realidad debería ser un requisito obligatorio antes de cambiarla... :wink:

José Luis Gato avatar
José Luis Gato


De alguna forma me recuerda a los antiguos vendedores de enciclopedias. Da igual que ya tuvieses una, de un año para otro, quedaba obsoleta. La última versión era la novedosa, la que incorporaba los datos actualizados, los necesarios. Debía ser un argumento convincente, ya que tuve oportunidad de comparar tomo a tomo las diferencias entre dos de ellas. Habrán pasado más de 20 años, no sé el tiempo que le dedicaría a ir página por página buscando las tan esperadas distinciones. Al cansarme fui más práctico, sólo mire el total de páginas. Coincidía. Se había pagado una suma demasiado alta por un único cambio sustancial: el diseño del lomo y la portada.

De esa experiencia infantil, saqué varias conclusiones. Para comparar, era más efectivo agrupar conjuntos que ir punto por punto. Para considerar algo diferente, debía cambiar su esencia, no la apariencia. La más importante, quizá, fue descubrir que aunque nada fuera nuevo, se seguirían vendiendo gracias a la ignorancia de los participantes en el proceso. Desde el editor al consumidor.

Puede parecer anecdótico, pero la mayoría de empresas tienen su propia enciclopedia. De la A a la Z. Y a pesar de los años, siguen ocupando el mismo espacio en la estantería. En cualquier caso, mover los tomos de sitio sólo es positivo para limpiar el polvo. ;)

Un abrazo.

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Sí. Lo novedoso vende bien, aunque la novedad sea únicamente cosmética. Como bien indicas, la ignorancia es con frecuencia aliada de estos cambios por el cambio, lo cual, si lo piensas, nos dibuja una realidad aún más patética. No sé, demasiado caro mover los tomos sólo para que tengan un poco menos de polvo... :wink:

Alberto Blanco avatar
Alberto Blanco


En cualquier proceso de innovación es tan importante anticiparse al futuro como entender el presente. Cuando no entendemos el presente es cuando se produce el cambio por el cambio, tratando de "mejorar" lo que tenemos simplemente huyendo hacia adelante.

En todo caso el término innovación no ha conseguido aún superar al auténtico buzzword de nuestros tiempos, la sostenibilidad. Pero eso ya es para otro post... o mejor no.

Un abrazo

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Creo que das en el clavo, Alberto. Entender el presente. Intuir, aunque sea vagamente, por donde puede ir el futuro. Pensar, en una palabra, antes de hacer. Con la excusa de evitar la "parálisis por el análisis", muchas organizaciones acaban cayendo en la "estupidez por la irreflexión". No sé qué es peor... :wink:
Un abrazo

up_person avatar
up_person


Hola Jose Miguel:

Decirte que coincido con lo que expones y quiero señalar, al igual que Astrid, por ser imprescindible, el hacer autocrítica para saber donde estamos y por qué y hacia donde queremos ir y por qué.
En cuanto a los costes que comporta , me gustaría añadir el económico, ya que si el cambio que se efectúa no comporta una mejora es un gasto inútil y actualmente no está "el horno para bollos".
Para finalizar decir que cuando he acabado de leer el post me ha venido a la mente una parodia de Cruz y Raya que trataba de un socorrista en la playa que decía (resumiendo) "que ir pa(ra) ná(da) es tontería". Pues lo mismo CAMBIAR por CAMBIAR, es TONTERIA.
Un saludo.
sonia

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Muchas gracias, Sonia. Conozco la parodia que comentas y creo que viene muy bien al caso. Como apuntaba en otro comentario, conocer dónde estamos y a dónde queremos llegar es requisito necesario para abordar un cambio con un mínimo de criterio.
Un saludo

Alberto Barbero avatar
Alberto Barbero


Uno de mis antiguos jefes se cargó todo un equipo (unas 15 personas que ¿se fueron? o ¿les echaron?)que funcionaba estupendamente por un supuesto cambio que realmente solo era un disfraz con el que dar marcha atrás al proceso de continua innovación y crecimiento en el que el equipo se encontraba.

Ahora me han dicho que da en la universidad una asignatura llamada "cambiología" bajo el planteamiento de que "siempre hay que cambiar".

Como siempre, la causa raíz está en la zona ciega y en la zona oculta (Johari) de los que toman las decisiones.

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El planteamiento "siempre hay que cambiar" es otro lugar común parecido al "sentido de la urgencia" o la "flexibilidad". Cuando uno las oye o las lee no puede evitar simpatizar hasta cierto punto con ellas. Sin embargo su aplicación ciega a rajatabla, sin criterio, desconociendo el origen, el destino y, sobre todo, el "para qué", hace que en su nombre se comentan estupideces a mansalva. Siempre hay que cambiar puede ser una afirmación cierta pero debería ir obligatoriamente seguida por preguntas: ¿qué cambiar? ¿para qué? ¿cómo?...
Un abrazo

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